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OPINIÓN

Seamos responsables

Podemos tener grandes aspiraciones, pero estas deberán siempre ordenarse y plasmarse en base a nuestro principio de realidad nacional. De lo contrario, existe un riesgo real de que el nuevo texto constitucional sea letra muerta.

Mucho se ha escrito y hablado sobre lo ocurrido el 25 de octubre, sin embargo no podemos quedarnos ajenos a reflexionar en torno a lo que sucedió dicho domingo. Este hito marca un antes y un después en la historia del siglo XXI chileno, que pese a estar enfrentando la peor pandemia de los últimos años tuvo un nivel de participación que merece ser destacado y valorado.

Otra reflexión que podemos sacar de este hito hace referencia a que como país hemos llegado a la conclusión que ante crisis institucionales y políticas, las salidas democráticas son la única vía factible y capaz de deslegitimar la violencia de unos pocos, robusteciendo la democracia y participación, incluso cuando algunos líderes políticos planteaban que lo único posible -y, por ende, el único camino para solucionar esta crisis- era la salida forzada del poder de un gobierno legítimamente elegido.

El domingo pasado dos posturas fueron las ganadoras, el apruebo y la convención constitucional. Nos podrá gustar o no este resultado, sin embargo, al ser este el actual escenario, necesariamente se ha abierto el debate de los contenidos que deberá tener esta nueva Constitución. Para un sector importante de la población, en el cual me incluyo, hay ideas básicas que creemos que deben estar a todo evento en la Carta Fundamental que se redacte, pues han demostrado con cifras y hechos concretos que son fundamentales para el desarrollo y bienestar de un país.

Como nación debemos ser responsables con esta Nueva Carta Marga, podemos tener grandes aspiraciones, pero estas deberán  siempre ordenarse y plasmarse en base a nuestro principio de realidad nacional, de lo contrario existe un riesgo real de que el nuevo texto constitucional sea  letra muerta sin tener una vida propia.

En cuanto al contenido, somos varios los que aspiramos a una Constitución que defienda el derecho a la vida de todos, que reconozca y ampare la autonomía de los cuerpos intermedios, la propiedad privada, la libertad de expresión y la de culto, que siga reconociendo a la familia como núcleo fundamental de la sociedad. En definitiva, una constitución que proteja la dignidad y bien superior de las personas, una Constitución Política que que ponga  la persona en el centro del quehacer nacional, limitando el poder de las burocracias sobre la vida de los ciudadanos, que sea fruto de acuerdos y lugares comunes, y no la imposición de ideologías que han fracasado en otros lugares y en otras épocas. Por lo anterior, creo que es correcto concebir este proceso como un gran desafío para la república y para la libertad y dignidad del ser humano.

El 25 de octubre del año 2020 Chile ha iniciado un proceso constituyente, que, esperamos, sea participativo, racional y lógico, que busque lo mejor para el país dejando de lado los populismos tan conocidos en América Latina, los intereses ideológicos que no permiten grandes acuerdos y todo tipo de artimañas que hoy podemos apreciar en la política y que hace percibir a miles de chilenos que los intereses propios de ciertos partidos políticos o grupos parecieran estar sobre el bien superior del país.

De todos los que participamos en el plebiscito del 25 de octubre de 2020 depende que el proceso sea exitoso y que llegue a buen puerto. Chile lo necesita, y la inmensa mayoría de los ciudadanos así lo espera.