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OPINIÓN

Dos perspectivas de la Revolución Cubana

No cabe duda que la Revolución Cubana fue uno de los acontecimientos centrales de la historia de América Latina en el siglo XX. Su impacto no solo fue local, sino que se trasladó al resto del continente, también preocupó a los Estados Unidos, mientras muchas personas en Europa vieron que se cumplían sus anhelos en territorio lejano. Después de todo, el proceso de derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista había estado cargado de épica y los rebeldes barbudos emergieron como verdaderos íconos de una generación.

Sin embargo, toda historia admite distintas miradas y ciertamente la de Cuba requiere un análisis histórico más comprensivo, así como requiere tener la capacidad para escuchar a los distintos actores. El tema cobra relevancia, porque si bien existe un acuerdo más o menos amplio sobre la necesidad de terminar con el régimen batistiano, no había igual consenso sobre el edificio que debía levantarse después del 1 de enero de 1959. Ni siquiera los propios líderes revolucionarios tenían visiones unívocas al respecto.

Me parece que hay dos libros –entre muchos otros que se han escrito, ciertamente– que pueden mostrar con claridad dos visiones contradictorias sobre la Revolución Cubana en sus distintos momentos: como el proceso que condujo a la caída de Batista, como la victoria de los rebeldes al comenzar 1959 y como el sistema que se levantó posteriormente. En este sentido, surgen como obras fundamentales la entrevista de Ignacio Ramonet al líder máximo de la Revolución, titulada Fidel Castro, biografía a dos voces (Barcelona, Debate, 2015, Tercera edición), que podría calificarse como la interpretación oficialista del proceso; la otra es el libro de Huber Matos, Cómo llegó la noche (Buenos Aires, Tusquets, 2004 [Primera edición, 2002]), que es la visión disidente.

La “biografía” realizada por Ramonet es el resultado de cien horas de conversaciones con Fidel Castro, que da origen a un libro de 760 páginas. En general está organizado en forma cronológica, aunque algunos capítulos admiten un desarrollo temático. Comienza con los primeros años de la vida de Castro y termina con las preguntas sobre lo que ocurriría en Cuba tras la muerte de quien había liderado en la isla durante medio siglo. En la obra aparecen los prolegómenos de la organización de la Revolución, el asalto al Cuartel Moncada y sus consecuencias, la amistad con el Che, la campaña de Sierra Maestra y la victoria el 1 de enero de 1959. A continuación Castro explica la organización del régimen, la relación con Estados Unidos, los sucesos de Playa Girón y la “crisis de octubre” (de los misiles, como la conocemos), hasta los años finales: el derrumbe de la Unión Soviética, el mundo globalizado, la situación de América Latina, los arrestos a los disidentes el 2003 y el balance de la trayectoria personal e institucional.

La evaluación de su vida y la revolución es, como era previsible, positiva, a pesar de las dificultades. Castro tiene explicación para todo, con una locuacidad y capacidad de persuasión reconocida por moros y cristianos, si bien muchos temas son claramente polémicos: su formación marxista, la aplicación de la pena de muerte tras la victoria, la “supuesta persecución a los homosexuales”, la prohibición para los creyentes de militar en el Partido Comunista, los pobres sueldos en la isla, los delitos políticos o la falta de elecciones. Ciertamente, Ramonet se muestra favorable a Castro, no agota algunos temas que podrían ser más polémicos –como la falta de democracia, la extensión de la dictadura o la violación de los derechos humanos como política permanente– por lo que esta autobiografía en forma de entrevista es abiertamente favorable a Fidel Castro y unilateral en su exposición. Esa es, precisamente, su riqueza y su valor y debe ser leída con esas consideraciones a la vista.

La otra visión está presente en el libro de Huber Matos, que tiene una portada elocuente e impresionante: una fotografía de Fidel Castro y su ejército entrando victorioso en La Habana, el 8 de enero de 1959: a sus lados aparecen Camilo Cienfuegos y el propio Huber Matos. El tema es de la mayor relevancia porque, hasta ese año, el autor de Cómo llegó la noche fue un revolucionario, que compartió tareas con Fidel y el Che, luchó contra Batista y celebró la victoria. Después asumió la dirección de la organización del gobierno en Camagüey, donde observó un espíritu de venganza y recibió noticias de fusilamientos: “en toda la isla hay algo parecido a una psicosis de radicalismo y persecución”, recordaría en sus memorias. Advirtió el problema de la “infiltración comunista” y le preocupó no solo ese giro, sino que los revolucionarios no pretendían llamar a elecciones. La visión de Castro era muy distinta, como afirma en Biografía a dos voces: “empezaron las conspiraciones. Hay una de Huber Matos en Camagüey. Él era de derecha y tenía ciertas relaciones”.

La historia de Cuba marchó en el camino que conocemos, lo que significó el alejamiento de Matos de sus funciones gubernativas. Ese no fue el fin de la historia: rápidamente fue encarcelado y debió enfrentar un juicio, como muchos en aquellos días. Recibió la visita de Camilo Cienfuegos, “representación genuina del héroe popular”, quien poco después falleció en extrañas circunstancias y sin que jamás se encontrara su cuerpo. Por momentos Matos pensó que sería fusilado, pero finalmente fue condenado a “veinte años de cárcel”: al final recobró la libertad en 1979, y desde entonces dedicó parte de su vida a la difusión de las ideas y la lucha fallida por el regreso a la democracia en Cuba.

Fidel Castro murió el 25 de noviembre de 2016. Huber Matos había fallecido un par de años antes, el 27 de febrero de 2014. Desde hacía años Raúl Castro había sucedido a su hermano en el liderazgo de la Revolución, como era previsible. La dictadura cubana ha completado más de medio siglo de vida, sin dar muestras relevantes de avanzar hacia la libertad y la democracia, con una transición pronta o más lejana, la apertura de ciertas libertades civiles o políticas o un cambio decisivo que permita al pueblo salir de la miseria. Con todo, la Revolución Cubana seguirá siendo tema de disputas y las lecturas posibles nacerán de la ubicación de sus líderes en el proceso revolucionario. Conviene leerlos para intentar comprenderlos, en el comienzo de una era revolucionaria que impactó la historia de América Latina.