Este 2021, casi como cada año, América Latina tendrá una serie de elecciones para definir sus próximos gobiernos. Esta tendencia comenzó, lentamente, tras los procesos de restauración democrática que se iniciaron hacia 1980 y culminaron en 1990 casi en todos los países de la región, con la excepción de la dictadura de Fidel Castro en Cuba. En las demás naciones, en cambio, los gobiernos civiles sucedieron a los regímenes militares y las democracias a los sistemas dictatoriales. Con ello renacieron los procesos electorales, la competencia política, la alternancia en el poder y una nueva etapa histórica en la vida del continente.
Los comienzos en la década de 1980 fueron de experimentación, problemas, desencantos y fracasos, que llevaron a muchos a temer que se produjera alguna “regresión autoritaria”. Los casos del Perú de Alan García y la Argentina de Raúl Alfonsín son paradigmáticas en el sentido de mostrar que la democracia –por sí misma– no significaba desarrollo y bienestar, y que el manejo económico serio era un requisito para el fortalecimiento del sistema. Sin embargo, las dificultades coexistían con la alegría y la esperanza. En la década de 1990 se produjo un doble proceso, que significó consolidar las democracias, pero también las economías de mercado, en un mundo donde los socialismos reales parecían haber llegado a su fin con la caída del Muro de Berlín y la extinción del régimen soviético y sus aliados. La primera década del nuevo siglo tuvo como gran novedad el establecimiento y consolidación del Socialismo del siglo XXI, nacido en la Venezuela de Hugo Chávez, pero que rápidamente se extendió hacia Bolivia y Ecuador, Brasil y Argentina, Perú y Uruguay, entre otros lugares donde penetraron las ideas bolivarianas, también agrupadas en el Foro de Sao Paulo.
En estos últimos años la situación política se ha mostrado más impredecible y las elecciones parecen ser más complejas en su desarrollo y resultados. Una de las características, claramente visible en el caso de Argentina, es la dificultad para dar continuidad a los proyectos políticos: Cristina Fernández entregó el mando a Mauricio Macri y este a Alberto Fernández, con Cristina como vicepresidenta. En Chile ocurrió algo similar: Michelle Bachelet entregó el gobierno a Sebastián Piñera el 2010 y este se lo devolvió cuatro años después a Bachelet, quien a su vez terminó el ciclo entregando el poder nuevamente a Piñera el 2018, para un segundo mandato. En otras palabras, gobernar es cada vez más difícil, y las promesas de campaña resultan más atractivas para los electores que el resultado efectivo de los gobiernos.
Este 2021 hay varios comicios programados, en un continente que ha estado afectado en el último año por el coronavirus, con numerosos contagiados y muertes; también ha sufrido las consecuencias económicas del problema, en un momento de permanentes problemas institucionales y políticos, como el auge del populismo, la caída de algunos gobierno y los escándalos de corrupción. En ese escenario se desarrollarán las elecciones presidenciales en diferentes países del continente.
Este domingo 7 de febrero comienzan los procesos, con los comicios de Ecuador. El panorama tiene aspectos novedosos, después de los gobiernos de Rafael Correa y su sucesor, Lenín Moreno. De difícil clasificación ideológica, Moreno se distanció de su mentor y enfrentó protestas sociales durante su mandato; se retira con bajo apoyo y no ha manifestado un respaldo particular hacia alguno de los 16 candidatos que disputan la Primera Magistratura. Quienes aparecen con mejores posibilidades, de acuerdo a algunas encuestas, son el correísta Andrés Arauz (Frente Unión por la Esperanza, UNES, que agrupa a Revolución Ciudadana y Centro Democrático) y Guillermo Lasso (socialcristiano, del Movimiento CREO, quien ya ha sido candidato presidencial y fue superado por Lenín Moreno en la segunda vuelta del 2017). En la elección triunfa quien obtiene el 50% de los votos o bien el 40% si supera por diez puntos al segundo; si ninguno tiene esos númerosos, habría segunda vuelta el próximo 11 de abril.
El mismo 11 de abril se realizarán las elecciones presidenciales en Perú, que ha tenido tres presidentes desde la última elección de 2016: Pedro Pablo Kuscynski, elegido en esa oportunidad; Martín Vizcarra, quien lo sucedió tras la renuncia de PPK; finalmente el actual gobernante, Francisco Sagasti, quien asumió tras la destitución de Vizcarra. Sin haber lista definitiva de candidatos, hay más de 15 personasen competencia, entre los que destacan excandidatos como Keiko Fujimori y Verónika Mendoza, el expresidente Ollanta Humala, además del economista liberal Hernando de Soto y quien aparece bien ubicado en las encuestas, George Forsyth. Un estudio de opinión reciente del CPI señala que el 30% de los peruanos no tienen claro por quién sufragará.
Chile, como sabemos, tendrá sus elecciones presidenciales el 21 de noviembre, pero el escenario político es mucho más complejo, por cuanto se encuentra viviendo un proceso constituyente (cuya elección de convencionales se realizará también el 11 de abril). En la centroderecha, para dar continuidad al gobierno de Sebastián Piñera, hay cinco precandidatos presidenciales, quienes disputarán la elección primaria de Chile Vamos: Joaquín Lavín (quien está mejor posicionado en las encuestas), Evelyn Matthei, Ignacio Briones, Mario Desbordes y Sebastián Sichel; por otra parte, José Antonio Kast iría como candidato hasta la primera vuelta. La centroizquierda –lo que correspondería a la antigua Concertación de Partidos por la Democracia– tiene cuatro precandidatos: la candidata de la expresidenta Bachelet, Paula Narváez (socialista), el PPD Heraldo Muñoz–probablemente ambos definirán en una primaria interna quién será el candidato del bloque socialista–, Ximena Rincón (Democracia Cristiana) y el radical Carlos Maldonado. Por último, la izquierda presentaría sus propios postulantes, destacando entre ellos el comunista Daniel Jadue, alcalde de Recoleta, aunque falta por confirmar la candidatura del Frente Amplio. El resultado, como en casi todos los comicios del continente, permanece abierto y dependerá en parte de los resultados en la elección de la Convención constituyente.
Adicionalmente, se puede mencionar las elecciones que habrá en dos naciones centroamericanas, Honduras y Nicaragua, en noviembre. Este último país ha estado en una difícil situación política, con un régimen dictatorial encabezado por Daniel Ortega, una de las últimas figuras de la Guerra Fría que todavía conserva relevancia política.
En cualquier caso, los mismos procesos electorales y la alternancia en el poder son prueba de persistencia de la democracia, aunque los problemas vigentes –deposición de gobernantes, resurgimiento de autoritarismo, clamores de nueva constitución y denuncias de corrupción– ilustran la existencia de riesgos que es necesario ponderar y enfrentar adecuadamente. De sus resultados dependerá no solo la consolidación de las democracias, sino la inclinación hacia la derecha o hacia la izquierda en el continente.