En la última década España ha vivido un proceso de cambio histórico, marcado por el fin de la generación de la transición, la muerte de Adolfo Suárez y el fin del reinado de Juan Carlos. Paralelamente, ha emergido una nueva generación en la dirección política del país, tanto en las izquierdas, con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, como en las derechas, con Pablo Casado y Santiago Abascal.
Esto ya ha tenido consecuencias prácticas, como el fin del bipartidismo entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el Partido Popular (PP), a los que se han sumado Unidas Podemos y Vox, además de Ciudadanos, que sufre una severa baja en su representación electoral. En el plano del Ejecutivo, se ha formado un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos –con Pedro Sánchez como Presidente y Pablo Iglesias como Vicepresidente–, mientras en algunas comunidades y municipios emerge la unidad entre el PP y Vox. En las próximas semanas tendremos nuevos cambios y eventualmente fórmulas originales que podrían definir el camino ideológico y práctico para los años que vienen.
El próximo 4 de mayo habrá elecciones en la comunidad de Madrid. Lo que podría ser unos comicios más de la democracia española, en la práctica se han convertido en una medición que adquiere ribetes novedosos y cruciales para el futuro del gobierno de Pedro Sánchez y de la política del país, así como para la configuración de las fuerzas políticas de izquierdas y derechas. En otras palabras, tendrá un efecto inmediato y una proyección futura que debe analizarse con detención.
El lunes 15 de marzo, el sorpresivo anuncio del líder izquierdista Pablo Iglesias sacudió el panorama político, al anunciar que dejará su cargo de vicepresidente del gobierno para competir por Madrid, bajo el argumento de que se necesita “un gobierno de izquierdas”. En un discurso de 8 minutos 21 segundos, transmitido por las redes sociales, Iglesias hizo un breve recuento de la historia de Podemos, incluyendo los desafíos desde el gobierno, con una postura en general autocomplaciente, si bien mencionando la existencia de algunos errores en el pasado. En la ocasión reivindicó su convicción republicana y pauteó al jefe de gobierno sobre su sucesora en la vicepresidencia, a quien postula también como futura Presidenta: Yolanda Díaz. Sin embargo, el tema de fondo era su renuncia al gobierno y su candidatura por Madrid, que es lo que estará en la agenda durante el próximo mes y medio.
La actual líder de la comunidad Isabel Díaz Ayuso (Partido Popular) ha señalado con ironía que España tienen que agradecerle desde ya el hecho de haber logrado que Iglesias dejara el gobierno que integra junto al PSOE de Pedro Sánchez. Ciertamente se trata del cambio más importante en la historia reciente de la democracia española. Sin embargo, más allá de los anuncios y mensajes, las señalas y el indudable interés que representan estos comicios, no cabe duda que estarán marcados por el signo de la polarización, que ya se viene desarrollando desde hace algún tiempo.
Pablo Iglesias, en su discurso anunciando su candidatura, denunció en un par de ocasiones la existencia de una “derecha criminal”, mencionó el riesgo de un gobierno de “ultraderecha con Ayuso y con Vox”, a la cual debía enfrentar y derrotar: hay que impedir que “estos delincuentes, estos criminales” puedan tener todo el poder en Madrid. En la ocasión afirmó que a la “derecha no se la frena con partidos de tránsfugas”, en lo que parece una crítica solapada a Más Madrid, de su antiguo compañero Iñigo Errejón, aunque paralelamente hizo un llamado a la unidad de toda la izquierda, ojalá con candidatura única para ganar el 4 de mayo. El lenguaje, en casi todas sus dimensiones, es propio de un momento de polarización y de enemistad política que ha sido recurrente en los últimos años y que se presenta como determinante hacia el futuro.
Díaz Ayuso, por su parte, ha planteado también una dicotomía simple y clara: “Comunismo o libertad”. En su visión, esas serían las dos opciones vigentes en la actualidad, las que disputarían el favor de los madrileños, en un contexto en que la candidatura de Iglesias rápidamente emerge como su gran adversario político. Por cierto hay otras candidaturas en competencia –VOX, Más Madrid, el PSOE de Ángel Gabilondo–, que permiten que los resultados sigan abiertos y que las encuestas muestren que nadie tendría la mayoría absoluta y se necesitaría gobierno de coalición, de derechas o de izquierdas. El estudio de Kiko Llaneras señala al PP en la cima con el 38,4%, luego el PSOE con el 24,7%, a VOX con el 11%, a Más Madrid con el 10,9%, a Unidas Podemos con el 8,9% y a Ciudadanos con el 4,2%. La encuesta de DYM para 20 minutos muestra la misma tendencia, que daría entre 50-53 diputados para el PP, 31-33 al PSOE, 18-19 a Más Madrid, 14-16 a VOX, 11-12 a Unidas Podemos y 7-8 a Ciudadanos.
Las dicotomías tan extremas impiden ver los matices de la política española, siempre plural y compleja. En la práctica hay seis fuerzas políticas que recibirían respaldo electoral suficiente para integrar la Asamblea de la Comunidad de Madrid y esa misma dispersión anuncia que ninguno de los partidos es capaz de obtener los 67 representantes necesarios para formar gobierno unipartidista. Por lo mismo, será necesario no solo pensar en las próximas elecciones, sino también en el gobierno que vendrá después de ellas y en las alianzas que se conformarán.
Gobernar en estos tiempos es una tarea difícil en todos los niveles, cuando el descrédito de la democracia coexiste con la adhesión a esta forma de organización política. Sabemos que la polarización no es deseable, pero también es una realidad cuya desaparición se ve muy lejana, por lo que lamentablemente seguiremos viendo campañas con descalificaciones y contradicciones que muchos querrían tener lejos de la vida cotidiana. Por mientras, vale la pena seguir estos comicios, que no solo definirán el gobierno de Madrid, sino también influirán en la política de toda España para los próximos años.