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OPINIÓN

Encuestas y elecciones presidenciales

La nueva presentación de los resultados de la encuesta CEP causó de inmediato preocupación, interés y expectativas en los candidatos y partidos políticos chilenos. El tema no se restringe al estudio de opinión del tradicional think tank, sino que tiene otras expresiones relevantes -como la encuesta semanal CADEM- que se realizan con ocasión de los comicios a objeto de predecir resultados y evaluar escenarios, además de otras que permiten auscultar la opinión pública en temas específicos y contingentes, como las AFP, la nueva constitución, la recepción de las manifestaciones públicas, la tolerancia a la violencia y la percepción sobre temas como el aborto o la eutanasia.

En el plano estrictamente político y electoral, las encuestas han tenido un impacto creciente en los últimos 30 años, si bien sabemos que los primeros estudios de opinión en Chile comenzaron en la década de 1960 de manera más o menos sistemática. Sin embargo, solo en los últimos años han irrumpido como un factor decisivo en los distintos partidos y coaliciones, para subir o bajar candidatos y tomar decisiones electorales o bien para promover determinadas agendas políticas o legislativas.

El caso más visible en el último tiempo ha sido el famoso retiro del 10% de los fondos de pensiones, realizados “por única vez” ya en tres ocasiones, en buena medida por el rédito de popularidad que ha entregado, especialmente a Pamela Jiles. Liderar esa propuesta le ha significado capitalizar más y mejor el proceso en términos de apoyo, para lo cual ha contado con el respaldo sumiso de gran parte de las derechas e izquierdas que –con seguridad– no saben cómo reaccionar frente a este fenómeno. Se puede apreciar que la gran popularidad ha recaído precisamente sobre Jiles, en tanto es visible que los senadores y diputados de centroderecha que se han sumado a sus iniciativas no han sido capaces de capitalizar políticamente sus compromisos o abdicaciones.

Los resultados están a la vista, como queda registrado en varios estudios. Por ejemplo, CADEM mostró a comienzos de abril que la diputada humanista lidera la intención de voto y derrotaría a cada uno de los candidatos de Chile Vamos en la eventual segunda vuelta presidencial (por cierto, también a José Antonio Kast). La única excepción es Joaquín Lavín, ¡con quien empataría, cada uno con el 40% de los votos! Este jueves la sorpresa fue mayor, por cuanto Jiles se ubicó como la figura mejor evaluada de la política chilena en la encuesta CEP, con un sólido 54%, a varios puntos del segundo y a una distancia mucha mayor de los líderes de la centroderecha (Joaquín Lavín aparece con el 32%, dos puntos debajo del ministro Enrique Paris).

¿Qué implicaciones puede tener esta popularidad en materia política y electoral? Es difícil predecir con exactitud, pero hay algunas tendencias al respecto. La primera es el crecimiento de su pareja Pablo Maltés –el “abuelo gobernador” como ella lo llama– en su candidatura por la Región Metropolitana. Lo segundo podría ser la candidatura presidencial de la propia Pamela Jiles, en caso de que logre superar las condiciones legales requeridas para ello. La tercera vía sería que uno de ellos asuma una eventual candidatura senatorial por Santiago, con altas posibilidades de ser elegido.

Todo esto de la relación entre las encuestas y las candidaturas, no es novedad, en modo alguno. Así se impuso en la práctica en 1999 la candidatura de Joaquín Lavín para enfrentar a Ricardo Lagos en una reñida elección presidencial. Por esas mismas razones el mundo socialista bajó al propio Lagos –en beneficio de Alejandro Guillier– el 2017. Algo parecido sucedió con Sebastián Piñera en esa oportunidad, quien triunfó en las primarias, pero previamente tenía un gran activo por la posibilidad real de triunfar sobre el candidato de La Fuerza de la Mayoría. Antes, en 2005 y 2013, Michelle Bachelet se había mostrado imparable, precisamente por el sólido respaldo que obtenía en los estudios de opinión pública. Hoy, si bien la tendencia es resolver las candidaturas en primarias de los diferentes conglomerados políticos, lo cierto es que las encuestas siguen influyendo decisivamente en el panorama político, y se transforma en un verdadero juego de ajedrez saber quién es el mejor candidato, no solo para ganar las primarias, sino también para enfrentar con posibilidades de éxito para la primera y la casi segura segunda vuelta de la elección presidencial.

En este sentido, llama particularmente la atención la situación de Daniel Jadue, quien aparece muy bien en algunas encuestas, pero que en la CEP solo logró el 24% de evaluación positiva (frente al 49% de evaluación negativa, muy superior esta última al de otras figuras evaluadas). No debemos dejar de mencionar la situación en el mundo de la ex Concertación: a solo un mes de haber asumido como Presidenta del Senado, Yasna Provoste marca el 26% de evaluación positiva, superior a los débiles precandidatos del sector: el 25% de Ximena Rincón, el 24% de Heraldo Muñoz y el 20% de Paula Narváez.

Casi en todos los casos llama la atención profundamente la ausencia de proyecto político, la falta de programa, una discusión de ideas más bien plana y en la cual predominan los eslóganes sobre los argumentos. La explicación puede radicar en la etapa que vivimos en la actualidad, cuando todavía falta mucho para los comicios presidenciales, en circunstancias que además habrá elecciones para la Convención constituyente, de alcaldes y concejales y de gobernadores. Además, cada coalición debe realizar sus respectivas primarias, sin que todavía esté claro quiénes se enfrentarán en los distintos casos, especialmente en la izquierda. Tampoco es claro si habrá varias candidaturas y primarias, si algunos procurarán llegar hasta la primera vuelta o si habrá una primaria amplia para “derrotar a la derecha” o al “neoliberalismo”, como postulan algunos y suelen repetir como una forma de generar una alianza amplia, ante la falta de proyecto común.

El tema no es fácil de administrar, considerando precisamente las encuestas. Los dos candidatos que aparecen mejor evaluados en los distintos estudios de opinión están fuera del grupo que ha dirigido la política de la centroizquierda en los últimos treinta años: ellos son el comunista Daniel Jadue y la humanista Pamela Jiles. No debe ser fácil para quienes construyeron el Chile de la restauración democrática entregar la dirección del gobierno a quienes han sido particularmente críticos con “los treinta años”, el neoliberalismo de Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos (en general Michelle Bachelet suele salvarse de las críticas). Pero por otra parte, al menos hasta comienzos de mayo, ninguna de las figuras de la centroizquierda aparece con reales posibilidades de victoria, y parecen inventos partidistas u obsesiones personales más que formar parte de proyectos políticos consistentes o de integrar la pole position de las encuestas.

Como todavía es muy luego, solo cabe esperar tanto los procesos electorales nacionales como las primarias de los conglomerados. Sin embargo, también existe la legítima expectativa de que finalmente la elección se convierta en un espacio de discusión de ideas, con muchas diferencias y con espacios para los acuerdos, que permitan pensar en un Chile mejor, lejos de la crisis institucional y social que ha acompañado al país en estos últimos meses, con gran descomposición de la clase dirigente y problemas económicos que requieren urgente solución.