Después de muchos meses de espera y con pandemia entremedio, la ciudadanía concurrirá a las urnas el próximo sábado 15 y el domingo 16 de mayo para definir a sus alcaldes y concejales, a los gobernadores y a los miembros de la Convención Constituyente.
Se trata de unas elecciones históricas, y no cabe duda que cada uno de esos comicios tiene una relevancia propia, pero también es verdad que la elección de los constituyentes representa “la madre de todas las batallas”, como se suele decir, considerando su importancia decisiva para el futuro de Chile. Si hace un par de años nada hacía presumir el actual escenario político, hoy es una realidad que el país avanza a pasos agigantados hacia una nueva constitución y, en parte por ello, está poniendo fin a una fase de su historia. Está en duda la participación electoral, aunque se estima amplia, como fue en octubre pasado, que mostró una creciente presencia juvenil (entre 18 y 24 años), tema que podría ser nuevamente determinante.
¿Qué claves debemos considerar para analizar estos comicios? ¿Cuál puede considerarse un buen resultado para cada una de las coaliciones en competencia? ¿Tiene algún factor de predicción hacia las elecciones parlamentarias y presidenciales, o los resultados solo valen en función de estas elecciones puntuales? Como suele ocurrir, después de que se cuenten los votos habrá explicaciones para todos los gustos. Sin embargo, es preciso fijar algunas bases para el análisis histórico y político de los resultados que se produzcan en las jornadas del 15 y 16 de mayo, sin perjuicio de lo que ocurra a nivel municipal o regional.
La primera lectura que se debe hacer se refiere a los votos y porcentajes que obtengan las grandes fuerzas políticas. Al respecto hay múltiples listas, pero hay tres que son representativas de tendencias nacionales: Vamos por Chile, Lista del Apruebo (análoga a la ex Concertación), Apruebo Dignidad (que incluye al Partido Comunista, a Revolución Democrática y a otras fuerzas de izquierda). Una primera lectura podría indicar el regreso de los llamados “tres tercios históricos” –ciertamente izquierdizados–, que no debe despreciar el fenómeno de los independientes, tanto los autodenominados “no neutrales” como otros que postulan a la Convención. El mayor efecto que podría existir en este plano está dado por la posibilidad del veto de algún tercio o la búsqueda de acuerdos de los dos tercios, que será parte clave del funcionamiento del órgano constituyente.
Una segunda revisión debe considerar la correlación de fuerzas al interior de cada uno los pactos o sectores políticos. Sin ser lo más decisivo, es relevante saber cuál partido tendrá más votos en cada pacto y qué representa eso en comparación con otras elecciones. En la derecha es interesante revisar si Republicanos logra elegir algún constituyente y quién sería (si bien aparecen inscritos en otros partidos del pacto) y en la izquierda resulta clave saber si el PC-Frente Amplio logrará superar o acercarse a la ex Concertación, proceso que parece consolidarse en el plano de las ideas y del liderazgo político, lo que ahora podría tener un correlato electoral.
El tercer factor relevante debe incluir una doble comparación: con las últimas elecciones parlamentarias de 2017 y con las proyecciones para las elecciones al Congreso Nacional que se realizarán en noviembre de este 2021. Es evidente que se trata de comicios diferentes y cada uno utilizará la información según convenga a sus resultados, pero al ser una elección esencialmente política y nacional los números podrían indicar tendencias, que hoy aparecen con una centroderecha y una centroizquierda a la baja y una izquierda al alza. ¿Quedará eso registrado en el plano electoral?
Un cuarto elemento necesario de analizar es el impacto que tendrá el carácter paritario de la Convención. Si bien es entendible el sentido que tuvo esta medida, su legitimidad práctica estará determinada en buena medida en que los convencionales elegidos no se vean alterados significativamente por beneficiar a hombres o mujeres en determinadas listas, para “corregir” la voluntad popular efectiva. En otras palabras, el subsidio electoral de salida, cualquiera sea su dirección, no es una expresión de la democracia, sino que una fórmula de ingeniería electoral con otros objetivos, que pueden ser plausibles aunque, eventualmente, resulten antidemocráticos.
Por último, es preciso evaluar la incidencia de algunos resultados en comunas específicas o regiones, que puedan ilustrar ciertas tendencias al alza o a la baja de alguna formación política. En este sentido parece ser relevante lo que ocurra en la región de la Araucanía, reducto tradicional de la derecha, que podría significar una evaluación sobre la gestión del gobierno en la zona; la comparación de los resultados en la Región Metropolitana con los del resto del país también parece significativa; por último, es necesario evaluar alzas o bajas electorales notorias, que podrían mostrar mal trabajo de autoridades regionales del Ejecutivo o de los parlamentarios de las respectivas zonas, aunque no sea el único factor a analizar.
Hay otros elementos que es necesario considerar, y que se refieren a la naturaleza de la Convención constituyente. El primer elemento me parece que es la cantidad efectiva de candidatos independientes que resulten elegidos, considerando que en el plebiscito de entrada hubo una manifestación muy clara por una Convención “no política” o “no partidista” al menos. A estas alturas es casi seguro que existirá una contradicción entre lo expresado por la ciudadanía en octubre de 2020 y los resultados de la elección de constituyentes, la mayoría de los cuales provendrán precisamente de los partidos políticos.
El segundo factor es el perfil de los candidatos que resulten elegidos, especialmente a nivel profesional y su reconocimiento público como figuras del mundo constitucional, politológico o jurídico, en un sentido más amplio. En esta lista aparecen personas como Patricio Zapata, Luis Alejandro Silva, Fernando Atria, Constanza Hube, Jorge Correa Sutil, Cristóbal Bellolio, Rodrigo Álvarez, Renato Garín, Cristóbal Orrego, Elisa Walker, Felipe Hubner, Agustín Squella y algunos otros que, en caso de ser elegidos, podrían liderar intelectualmente la discusión, en un contexto que será participativo y plural. En otro plano, cobra importancia la elección de figuras conocidas o mediáticas por diversas razones, no necesariamente asociadas a temas constituyentes, pero sí presentes en debates ciudadanos, en la sociedad civil, la prensa o el espectáculo: Benito Baranda, María Olivia Monckeberg, Patricia Politzer, Bernardo de la Maza, Bárbara Figueroa, Luis Mesina y otros representan ese perfil, cuya victoria o derrota podría ser significativa. Finalmente, no debemos dejar de mencionar a ciertos candidatos que son emblemáticos de tendencias o grupos, cuya elección y cantidad de votos podría resultar muy relevante de ser analizada: Gonzalo Blumel por el piñerismo, René Cortázar por la Concertación, Marcela Cubillos en la UDI, Hugo Gutiérrez por el Partido Comunista y Teresa Marinovic por la derecha al margen de Chile Vamos y del actual gobierno, si bien compite dentro del pacto unitario de la centroderecha.
Dentro de unas semanas, Chile iniciará las sesiones de la Convención constituyente, dando inicio a un proceso inédito en la historia nacional, pero que por otra parte se inscribe dentro de la tradición del país, como se irá probando con el correr de los meses. Se mezclarán ánimos refundacionales con intentos de consolidar lo avanzado y mejorar aquello que requiera cambios. Es indudable que existirán convencionales más intransigentes y otros que lucharán por llegar a acuerdos y superar los intentos de bloqueo que pueden querer instalar algunos grupos o partidos. La tarea no será fácil y los resultados son inciertos: en buena medida comenzarán a escribirse en función de los resultados de las elecciones del 15 y 16 de mayo.