Este sábado 15 y domingo 16 de mayo Chile tuvo unas elecciones inéditas en su historia. En esta oportunidad hubo votaciones para elegir una Convención constituyente, gobernadores regionales y de autoridades municipales. Coincide su desarrollo con un año en que habrá además elecciones de Presidente de la República, así como de senadores y diputados, en un país marcado por la revolución de octubre de 2019, que cambió el escenario político, social y económico de manera decisiva.
En 2017 Sebastián Piñera obtuvo una victoria sólida y contundente, con una amplia mayoría nacional sobre el candidato Alejandro Guillier, que representaba la continuidad del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Con esa victoria, América Latina parecía estar consolidando un eje de derechas (conservador o liberal, según las denominaciones que se utilicen). Mauricio Macri había asumido el poder en Argentina a fines de 2015; a mediados del año siguiente asumió Pedro Pablo Kuczynski como Presidente de Perú; el 2017 fue la victoria de Piñera; en 2018 Iván Duque se impuso en los comicios en Colombia; finalmente, el 1 de enero de 2019 Jair Bolsonaro asumió el gobierno en Brasil, en lo que podría considerarse una tendencia regional.
Sin embargo, las cosas son bastante más complejas, como ilustra la posterior derrota de Macri en Argentina, frente a Alberto Fernández y a la propia Cristina, en tanto Kuczynsky no alcanzó siquiera a terminar su periodo. Sebastián Piñera sufrió una profunda ebullición social a partir de octubre de 2019, en tanto Iván Duque está experimentando un proceso análogo en Colombia, cuyo fin todavía es un libro abierto. Brasil está en una dramática situación como consecuencia de los rigores de la pandemia y el escenario ha cambiado tras la liberación de Lula.
¿Qué pasa con las dos dictaduras izquierdistas de la región, en Cuba y en Venezuela? A estas alturas, parecen consolidadas y se renuevan, impermeables al paso del tiempo y de la oposición, manifestándose dispuestas a perseverar en sus objetivos a pesar la miseria de su gente. De hecho, Maduro ha aprovechado los resultados de las elecciones chilenas para enviar un mensaje muy claro, a través de su cuenta de Twitter: “Luego de tantas movilizaciones, represión y dolor, el pueblo chileno comienza un nuevo camino. Han dado una clara señal sobre su contundente rechazo al neoliberalismo salvaje, a través del voto popular. Felicitaciones por este gran paso histórico. ¡Viva Chile!”
Es evidente que el resultado de los comicios de Chile no es un triunfo de Maduro ni del chavismo. Tampoco del Foro de Sao Paulo o de las tendencias más revolucionarias de la región. Sin embargo, hay dos mensajes muy claros en la elección chilena. El primero, si analizamos especialmente los comicios para la formación de la Convención constituyente, es la derrota contundente de Vamos por Chile, que agrupaba a los partidos de gobierno. Esto se suma al notorio fracaso de la lista del Apruebo, representativa de la antigua Concertación de Partido por la Democracia que gobernó entre 1990 y el 2010, y que incluía a los partidos Socialista y Demócrata Cristiano entre sus filas. Ambas coaliciones obtuvieron su peor resultado electoral desde 1989, cuando se realizaron las primeras elecciones parlamentarias después del 11 de septiembre de 1973. El segundo hito es la victoria clara de las fuerzas de izquierda, que incluyen al Partido Comunista de Chile y al Frente Amplio (similar al Podemos español), a lo que se ha sumado ahora la Lista del Pueblo, que se presentaban con una clara autodefinición: “Somos el Pueblo, somos quienes hemos luchado toda la historia por obtener dignidad y justicia. Somos quienes hemos vivido y crecido en la inequidad y la desigualdad, somos quienes nos levantamos un 18 de octubre para decir basta”.
Ciertamente, las cosas no se quedan ahí. Los comicios municipales también tuvieron resultados sorpresivos en el mismo sentido. La comuna de Santiago, la capital nacional, concluyó sus comicios con una victoria para una joven líder del Partido Comunista, en un municipio hasta ayer regido por Chile Vamos, la coalición de derecha. Igual cosa ocurrió en muchas de las gobernaciones regionales, en lo que representa el cambio político más importante y notorio desde el regreso a la democracia en 1990.
Todavía es muy pronto para prever todas las perspectivas políticas –y ciertamente económicas y sociales– que tendrá Chile en los próximos años. En gran medida dependerá del resultado de las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de este año, y por cierto de los resultados efectivos del trabajo de la Convención constituyente. Por lo mismo, el país estará sometido al escrutinio internacional, así como mezclará sus esperanzas y temores internos, de resultado todavía abierto, pero que partirán de la base del cambio cualitativo crucial que se ha producido a partir de octubre de 2019, por cuanto desde entonces el país no ha vuelto a ser el mismo.
Con estos resultados, se confirma una tendencia a la izquierdización de América Latina, aunque los resultados en Ecuador pueden significar una alternativa, en la medida en que el gobierno de Guillermo Lasso sea exitoso. Queda también por confirmar los resultados de la segunda vuelta en Perú, cuya polarización podría inclinar claramente la balanza en una u otra dirección. Y, por supuesto, falta esperar la elección presidencial que tendrá Chile en noviembre, que podría consolidar el sello –desde reformista a revolucionario– que ha inspirado a muchos de los movimientos que se levantaron desde octubre de 2019 contra el gobierno de Sebastián Piñera, contra la transición chilena y contra el modelo de desarrollo del país en las últimas tres décadas.