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OPINIÓN

¿Y a quién culpamos?

Después de una derrota electoral como la que ha enfrentado la centroderecha, tanto en el plebiscito como en la elección de constituyentes, la pregunta que inevitablemente debemos hacer es quién tiene la responsabilidad del desastre en las urnas.

Aunque parece pronto para hacer análisis generales, existen algunos elementos que permiten entender la magnitud del problema: la baja participación, no alcanzar el tercio de los constituyentes en la Convención, perder un número importante de alcaldes y concejales y tener una votación discreta en los gobernadores regionales.

El responsable que inmediatamente han asociado algunos medios de comunicación y personeros políticos es el gobierno y en particular el Presidente Sebastián Piñera. Y la verdad es que sobre esto no hay dudas. Por supuesto que el gobierno y el Presidente tienen responsabilidad, a mayor cargo más se espera de ellos. Sin embargo, ese análisis se queda corto frente al fenómeno complejo que se vivió en las elecciones. Si la responsabilidad fuese exclusivamente del Ejecutivo, cómo se explica entonces la derrota, aún mayor, a la que se vio enfrentada la centroizquierda.

Lo anterior nos hace pensar que existe una crisis política bastante transversal y sus fenómenos son multicausales. Las coaliciones deben hacer un esfuerzo para determinar cuáles son los problemas propios, que los dejaron en el escenario actual.

Por parte de la centroderecha, hay autocríticas importantes que corresponden hacerse y que sería un error aún más garrafal pasarlas por alto.

En primer lugar, la falta de un diagnóstico propio respecto a lo que está viviendo Chile actualmente, después del 18 de octubre. Algunos líderes políticos, e incluso miembros actuales del gobierno, dijeron que se sintieron interpelados y representados por las manifestaciones sociales y siguieron como coro utilizando los eslóganes más populares. Frente a la crítica de los últimos 30 años en el país y la desigualdad como elemento crucial del problema social, la centroderecha no fue capaz de articular un discurso propio, acorde a sus ideas. En otras palabras, para resolver el problema de la desigualdad social -un diagnóstico reiterado por la izquierda- ellos siempre van a tener mejores soluciones. Las ideas de centroderecha serán imperfectas, para estos efectos, pues tienen otro fundamento: la justicia, la libertad y el mérito.

En segundo lugar, la realidad actual exige propuestas innovadoras y creativas. Causas propias que motiven al electorado, con un profundo entendimiento social. Un ejemplo de esto es el problema de las pensiones. En los últimos años nuestro país ha tenido una enorme movilidad social, personas que antes eran pobres ahora pertenecen a la clase media. Si una de ellas vivió ese proceso en su edad laboral, probablemente partió cotizando en el sistema de AFP como persona pobre, avanzó a la clase media y terminó de trabajar perteneciendo a ese grupo social. Cuando esa persona jubile, probablemente su pensión va a ser de persona pobre, porque su mayor ahorro se produjo cuando pertenecía a ese grupo. Frente a realidades como esa, que se repiten por miles en nuestro país, la respuesta de la centroderecha no puede ser meramente técnica y observadora de la realidad, sino que debemos esforzarnos, desde nuestro ideario, por entregarles alternativas a aquellas personas.

Por último, la formación e influencia en el tejido social. La derrota de este fin de semana probablemente no es solo política, también es social y cultural, lo cual requiere desafíos a corto, mediano y largo plazo. En lo esencial, la construcción de una centroderecha moderna no puede ir de la mano con la pertenencia a un grupo social determinado, privilegiado. Viendo los principales liderazgos del sector, la mayoría de los miembros del gabinete de gobierno, hacen pensar que así fuera.

Todo lo anterior no debe dejar de lado algo esencial en política: la convicción y el orgullo de pensar que estas ideas son las mejores para Chile. Si se carece de tal característica y de la valentía para defenderlas, no hay diagnóstico, relato, ni rostros, que puedan cambiar la realidad actual. Nuestra tarea es lograr un Chile más libre y justo, lo cual requiere mucho trabajo y convicciones.