Recientemente hemos visto una serie de manifestaciones a lo largo y ancho de Cuba, principalmente provocadas por la crisis sanitaria, económica y últimamente también política.
Ante el tradicional “Patria o muerte” de la revolución comunista, los artistas cubanos y los manifestantes han pronunciado un fuerte “Patria y vida” que ofrece una alternativa a la lógica de enemigos que ha imperado durante los últimos 62 años en la isla. En otras palabras, se puede vivir mejor, en democracia y libertad, sin necesidad de tener que correr el peligro de huir ilegalmente del país ni de sufrir una dictadura perpetua.
Esto también ha sido potenciado fuertemente por las redes sociales, a las que de manera incipiente han podido acceder los habitantes de la isla, pues la inmediatez de las comunicaciones ha permitido formas de organización y comunicación hacia el mundo que hasta hace pocos años eran impensadas.
Frente a los diversos levantamientos en el país, la policía y las fuerzas del régimen han actuado sin dudar, y ya hay denuncias de desaparecidos y de periodistas internacionales detenidos. A esto se suma el llamado del presidente Miguel Díaz-Canel a los enfrentamientos, incluso entre civiles, para “proteger la revolución”.
Indudablemente la crisis cubana despierta interés en toda Latinoamérica por el significativo efecto que tuvo la revolución en los 60, pero también por las implicancias e injerencias que aún tiene el régimen en otros países y partidos del continente. A esto Luis Almagro, secretario general de la OEA, lo denomina un “parasitismo extremo”, denunciando que la dictadura cubana solo ha sobrevivido gracias al trabajo y los recursos de otros.
En Chile esto adquiere un cariz interesante, especialmente porque uno de los candidatos mejor posicionados en la campaña presidencial es uno del Partido Comunista, que ha apoyado incondicionalmente la dictadura cubana, aún en nuestros días. Esta situación pone en una encrucijada a los integrantes de la coalición “Apruebo Dignidad” precisamente porque deben escoger entre la lealtad hacia uno de sus referentes históricos o el respeto hacia los derechos humanos de los manifestantes. Ya ha habido voces que claman por una mayor libertad en Cuba, aún siendo socios del Partido Comunista chileno.
Es difícil saber si este conjunto de manifestaciones tendrá un efecto concreto en lograr democracia para los cubanos. Lo que sí podemos observar es que el mito que la izquierda latinoamericana ha construido por tantos años se desmorona poco a poco, como ya lo hizo en Europa oriental en 1989. Tarde o temprano llegará la libertad y la democracia a Cuba, y será hermoso.