Hace un siglo y medio exactamente, el 4 de agosto de 1871, nació en La Serena, Enrique Molina Garmendia. Con el tiempo sería uno de los grandes educadores de Chile, como rector en los liceos de Chillán, Talca y Concepción - este último hoy lleva su nombre - y en su calidad de rector de la Universidad de Concepción desde su fundación y por varias décadas.
Sin embargo, la trayectoria del educador había comenzado en La Serena, ciudad donde nació y tuvo educación primaria y secundaria, que recuerda en un hermoso texto titulado "Infancia y adolescencia (1871- 1889)", incluido en su libro, Lo que ha sido el vivir (Imprenta Universidad de Concepción, 1974). La obra comienza con una declaración llamativa y hermosa: "A La Serena, mi ciudad natal, la amo; todo es para mí en ella fuente de emoción y se me presenta en conjunto tocada de un nimbo de belleza. La de las casas, sitios y rincones donde se ha despertado a la vida, donde se ha jugado con pequeños camaradas, donde se han dado los primeros pasos en el cultivo de la inteligencia, donde sin duda se ha sufrido también, donde se ha abierto en sus aurorales formas la flor misteriosa del amos y se ha amado por primera y última vez".
Con el tiempo, Enrique Molina se trasladó a Santiago para estudiar Leyes y luego Pedagogía, así como ejercería trabajos en diversas ciudades de Chile. Afines del siglo XIX La Serena es descrita como una ciudad de casas bajas, con viejas iglesias, el alumbrado a gas y "la sábana azul o gris del océano", la despedida del tren, la Plaza de Armas y las personas que conoció. Reconocía que era una ciudad de poetas, pero también parte de una provincia de héroes, que habían combatido victoriosos en la Guerra del Pacífico. Coexistía cierta cultura con métodos pedagógicos negativos en la enseñanza formal. Y, por cierto, aparecen los amigos, las fiestas y obras de teatro que formaron su infancia serenense.
Como muchos jóvenes provincianos, decidió seguir sus estudios en Santiago y la vida lo condujo por múltiples caminos. Sin embargo, jamás olvidó La Serena, ciudad que también debe recordar a uno de sus hijos más ilustres.