Después de más de casi dos meses de verificadas las complejas y cerradas elecciones en Perú, finalmente Pedro Castillo asumió como Presidente de la República. En la segunda vuelta del 6 de junio, finalmente el candidato izquierdista de Perú Libre obtuvo 8.836.380 votos, frente a los 8.792.117 de Keiko Fujimori.
Los comicios fueron históricos y dramáticos. El resultado no solo fue estrecho, sino que sirvió para poner en duda la legitimidad del proceso y para eventuales fallas en el conteo de los votos. Sin embargo, finalmente Castillo fue declarado ganador y asumió el gobierno el 28 de julio. Con ello, se ha iniciado una etapa decisiva en la historia de Perú, país de enorme potencial y riquezas, pero que ha debido enfrentar numerosos problemas en las últimas cuatro décadas.
Al asumir el cargo, el nuevo gobernante hizo una clara manifestación del cambio que se está viviendo en el país del Rímac: “Juro por Dios, por mi familia, por mis hermanos y hermanas, campesinos, ronderos, pescadores, docentes, profesionales, niños, jóvenes y mujeres, que ejerceré el cargo de presidente en el periodo constitucional 2021-2026. Juro por los pueblos del Perú, por un país sin corrupción y por una nueva constitución”, expresó Castillo, con la mano derecha puesta sobre la Biblia. En su primer discurso como Presidente de Perú, señaló que “este Gobierno ha llegado para gobernar con el pueblo y para construir desde abajo. Es la primera vez que nuestro país será gobernado por un campesino… Yo también soy hijo de este país fundado sobre el sudor de mis antepasados”.
Pedro Castillo es un profesor rural, cuyos padres no sabían leer ni escribir. Actualmente tiene 51 años –nació el 19 de octubre de 1969– y habitualmente subraya su origen modesto y campesino, su condición de sindicalista y de defensor de los sectores más pobres y abandonados de Perú, no exclusivamente de Lima. Por otra parte, Perú Libre nació como una corriente “izquierdista, provinciana”, que es liderada por Vladimir Cerrón, definida como una respuesta a la derecha y a la izquierda tradicional del país. En su documento titulado “Ideario y Programa” –texto clave, de 2020–, Perú Libre declara ser “una organización de izquierda socialista que reafirma su corriente ideológica, política y programática. Para ser de izquierda se necesita abrazar la teoría marxista y bajo su luz interpretar todos los fenómenos que ocurren en la sociedad mundial, continental y nacional, sus causas y efectos, y a partir de ese diagnóstico plantear criterios de solución que conlleven a la satisfacción de las mayorías. Asimismo, los postulados mariateguístas, son de vital importancia respecto de nuestra realidad nacional, latinoamericana e inclusive mundial”. A continuación agrega que “decirse de izquierda cuando no nos reconocernos marxistas, leninistas o mariateguístas, es simplemente obrar en favor de la derecha con decoro de la más alta hipocresía”.
En el orden práctico, Perú Libre planteó la necesidad de una nueva Constitución: “Necesitamos promover y lograr un cambio constitucional que incorpore un enfoque diametralmente opuesto, es decir, la brega por una Constitución solidaria, humanista, rescatista y nacionalizadora. La nueva CPP debe redactarse mediante una Asamblea Constituyente, la misma que debe concluir en el desmontaje del neoliberalismo y plasmar el nuevo régimen económico del Estado”. El tema fue uno de los aspectos centrales de la discusión presidencial este 2021.
Ciertamente no es lo mismo el gobierno que el partido, ni Castillo que Cerrón, pero es interesante cómo se comienza a configurar la política peruana bajo un nuevo gobierno, el más radical y presumiblemente transformador desde el regreso a la democracia en la década de 1980. Por lo mismo, es indudable que el nuevo Presidente de Perú enfrenta un enorme desafío, que por una parte debe dar satisfacción a sus electores y por otro lado deber servir para calmar a los mercados y permitir que el país siga siendo atractivo para los inversionistas, logre crecer económicamente y con ello pueda tener resultados sociales valiosos. Por lo demás, Perú Libre no cuenta con mayoría en el Congreso y la situación política de los poderes podría verse complicada en los próximos meses.
Castillo enfrenta un desafío respecto de la corrupción y la estabilidad política de Perú, país que ha tenido gobernantes en la cárcel y en largos juicios, un expresidente que se suicidó antes de llegar a perder su libertad (Alan García) y otros tantos problemas similares. Adicionalmente, en el último periodo presidencial hubo tres gobernantes, Pedro Pablo Kuczynski no logró terminar su periodo presidencial y ni siquiera la disolución del Congreso logró resolver la falta de estabilidad. En total Perú ha tenido cinco gobiernos y tres congresos en estos últimos cinco años.
En segundo lugar hay un desafío económico. “No pretendemos ni remotamente estatizar la economía ni hacer una política de control de cambios”, ha dicho recientemente el Presidente, en un intento de transmitir seguridad. Sin embargo, esto contrasta con la campaña y los debates presidenciales, donde tuvo respuestas pobres, ambiguas y poco certeras sobre el sistema económico –que ha dicho que debe cambiar– especialmente sobre monopolios y lucro, cuestiones que no supo explicar adecuadamente. Habrá que ver si logra llevar adelante su promesa de un millón de empleos al año.
El tercer desafío es de carácter social, en un país empobrecido producto de los efectos de la pandemia del coronavirus, que está lejos de ser controlada. De hecho, Castillo ha planteado el COVID-19 como su “primera gran tarea”, a lo que suma una propuesta general de mejoramiento de la salud, como “derecho fundamental que el Estado debe garantizar”. A esto se suma una ambiciosa propuesta en materia de pobreza y educación, que no es claro pueda tener rápidos resultados, considerando la situación económica del país.
Hay un problema puntual que se ha producido con la conformación del primer gabinete de Pedro Castillo, el cual ha sido calificado al menos como “polémico”. El gobernante formó un ministerio con 14 hombres y 2 mujeres, pero el problema no se concentra en ese ámbito, aunque tenga el nivel más bajo de participación femenina desde el 2006. La crisis inicial radica en la elección de algunos de sus funcionarios de confianza. Guido Bellido, presidente del Consejo de Ministros (jefe de gabinete), enfrenta una investigación de parte de la Fiscalía por una eventual “apología del terrorismo”. Esto indicaría el grado de influencia de Cerrón y el ala más extrema de Perú Libre dentro del gobierno de Castillo. El tema es de la mayor importancia, por el significado doloroso y dramático del terrorismo en Perú y por la tolerancia hacia las dictaduras de la región entre los líderes de la izquierda del país.
Finalmente, está la situación global de América Latina. Castillo asume en un momento en que las dictaduras de Cuba y Nicaragua enfrentan serios problemas políticos y de derechos humanos, que sus respectivas dictaduras han decidido enfrentar con represión y restricciones a la libertad. Venezuela sigue sufriendo una crisis por la emigración de millones de personas, mientras numerosos países no logran superar la crisis del coronavirus y otros múltiples problemas. Seguramente Pedro Castillo se alineará con la izquierda regional, agrupada en el Foro de Sao Paulo, pero esta decisión no es inocuo y tendrá impacto dentro de Perú.
Después de todo, Pedro Castillo ganó las elecciones, pero la mitad del país lo mira con recelo y se opuso a su candidatura. Por lo mismo, los cambios que encabece deben lograr acuerdos más amplios, de lo contrario comenzará a sufrir los problemas que ya enfrentan tantos gobiernos en la región.
Alejandro San Francisco
Director de Formación Instituto Res Publica