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OPINIÓN

El ninguneo a los electores

Tras el resultado de las elecciones del pasado 21 de noviembre, una de las cosas que pudimos observar es un fenómeno que, lamentablemente, se viene repitiendo desde hace mucho tiempo. Se trata del ninguneo constante por parte de cierta izquierda al electorado cuando la ciudadanía no vota como a ellos les gustaría.

Por supuesto este no es un fenómeno exclusivamente chileno, pues también ocurrió con el Brexit, con el “No” en Colombia y con la elección de Trump. Cuando el progresismo o el comunismo se muestran incapaces de convocar mayoritariamente al electorado, hace responsable a los votantes en vez de enfocarse en lo que debieran mejorar.

Uno de los elementos que más grafica este tipo de ninguneo es la existencia del término “facho pobre”, que es un calificativo para las personas de clase media y más vulnerables que deciden votar por los candidatos de la centroderecha. Para alguien de izquierda, que piensa que la política es una lucha de clases, le parece inconcebible que alguien que debiera sentir odio de clases vote para que sus “enemigos” lleguen al poder. ¡Qué poco conocen a la gente!

La historia nos ha enseñado una y otra vez la respuesta: las personas siempre son libres de pensar como estimen conveniente y eso es un derecho adquirido, con independencia de su origen social y económico. Defender la libertad económica, el orden, la estabilidad, las instituciones o el progreso social está lejos de ser un monopolio de los más ricos. Al contrario, los más afectados por la ausencia de estos valores son precisamente aquellos que menos tienen y quieren que su esfuerzo, mérito y trabajo se materialice en mejores oportunidades.

Esa falta de comprensión de cierta izquierda hace que se ensimismen en algunas causas de elite e ignoren los problemas más concretos que afectan a los chilenos. El cambio climático, el lenguaje inclusivo y el aborto libre son temas importantes y materia de discusión pública, pero difícilmente convocarán masivamente a quienes están preocupados de que sus hijos no estén en las drogas, quieren vivir tranquilos en sus barrios y esperan que la inestabilidad no frustre sus oportunidades.

Algunos han interpretado los resultados del domingo como un freno al cambio: me parece que se equivocan. Es un freno a los malos cambios, a estirar mucho el chicle, a la radicalidad y a la farandulización de la política. Ciertamente, también es un párele a la justificación de la violencia. La izquierda tuvo una oportunidad con el proceso constituyente, pero aparentemente la estarían dilapidando antes de que nazca.