El acuerdo del oficialismo de reformas a la nueva Constitución buscaba impactar en la opinión pública. El objetivo era comprometer cambios en aquellos temas más sensibles para la ciudadanía, para que la opción del “Apruebo para reformar” tuviera una mayor viabilidad de la que había mostrado hasta estos días.
Lamentablemente para el oficialismo, pocos minutos después de anunciar este acuerdo, el presidente del Partido Comunista le quitó el piso a esta opción, señalando que no pueden garantizar que estos cambios efectivamente se produzcan en caso de ganar el Apruebo.
Sin embargo, vale la pena recordar un poco los hechos.
En primer lugar, la actitud del oficialismo fue negar que existían problemas en el texto constitucional. A tal punto llegaron, que acusaban de “fake news” a cualquier argumento que señalara algún problema en la redacción del texto, tanto en la forma como en el fondo. De hecho, el mismo Presidente Boric recurrió a esa práctica.
Posteriormente, la estrategia fue poner la pelota en la cancha del Rechazo, emplazando a la centroizquierda y a la centroderecha. Esa idea tuvo un impulso inicial, pero se apagó por el avance de la iniciativa de bajar el quórum a 4/7 para reformar la Constitución actual, por los errores del gobierno y porque la pelota les rebotó emplazando al propio oficialismo para hacer cambios.
Finalmente, se intentaron subir al carro de los compromisos, pero a regañadientes. Solo tres semanas antes del plebiscito y sin garantizar que estos cambios efectivamente puedan ocurrir. Esta es una verdadera arma de doble filo, porque en el fondo lo que están haciendo es reconocer que el texto es malo y que requiere reformas importantes para ser viable. Esto último es lo que en definitiva se les va a preguntar a los chilenos el 4 de septiembre.
La propuesta de nueva Constitución está muerta. Primero, porque no fue capaz de resolver la discordia constitucional e, independientemente del resultado del plebiscito, ya hay un acuerdo transversal de que la propuesta no está a la altura. Segundo, el compromiso del gobierno con el Apruebo, amarró el resultado del plebiscito al desempeño del gobierno, que hoy carece de una popularidad que le permita ganar la elección y, tercero, el compromiso del oficialismo reconoce un diagnóstico muy duro y que está lejos de abordar concretamente con lo firmado por los partidos del oficialismo.
Por último, los más críticos de la llamada “cocina” política, fueron quienes la terminaron utilizando en modo de desesperación. Por algo lo señalado por el ex Presidente Ricardo Lagos resuena tanto. Que, si los que hoy dicen que pueden aprobar para reformar, por qué no reformaron cuando tuvieron los votos en la Convención Constitucional.