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OPINIÓN

José Francisco Lagos: «Mientras no se pueda garantizar la paz dentro de los colegios no hay proceso educativo posible»

La semana pasada, desde el Ministerio de Educación advirtieron un fuerte aumento de la deserción y el ausentismo en el sistema educacional. Un fenómeno que viene hace años, pero que ha ido en aumento con la pandemia. El abogado José Francisco Lagos analiza la crisis de seguridad que cruza este fenómeno, además de aportar un antecedente laboral. "Una vez que una persona está atrasada en sus estudios, el incentivo de empezar a trabajar y conseguir un sueldo quizás puede ser mayor que volver al colegio", advierte.


La semana pasada, el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, dio a conocer que más de 50 mil estudiantes abandonaron los distintos niveles del sistema durante este año. Además, más de 1,3 millones –más del 39% de la matrícula actual– presentan un ausentismo grave. Es decir, que tienen un porcentaje menor a 85% de asistencia entre marzo y septiembre de 2022.

Una problemática que preocupa a las autoridades, y que aunque viene desde hace tiempo –227 mil estudiantes de entre 5 y 24 años salieron del sistema escolar entre 2004 y 2021– se ha potenciado con la pandemia.

José Francisco Lagos (28), director ejecutivo del Instituto Res Pública, explica este último punto. “En la pandemia Chile fue el país de la OCDE que más tiempo cerró los colegios. Y una vez que las personas se acostumbran, los estudiantes pierden el ritmo escolar. Es muy difícil volver a recuperarlo, porque son personas que, en general, están en el limbo constante del costo de oportunidades de, por ejemplo, traer más recursos a sus familias”, sostiene.

En conversación con The Clinic, el abogado y conductor de radio Agricultura analiza la situación crítica que vive el sistema educacional en Chile. Además, en esa línea, aborda la crisis de seguridad que se vive en los liceos emblemáticos del país.

¿Incentivos laborales?

Aparte del factor pandemia, Lagos considera que la necesidad de adquirir recursos puede ser relevante en las recientes cifras entregadas por la cartera de Educación.

–Cuando eso se produce es muy difícil revertirlo. Entre otras cosas, quizás también explica el fenómeno del aumento del mercado laboral informal. También hay algo que vive nuestro país hace bastante tiempo, en particular con la educación universitaria o al menos las personas que están en esa edad: hay cerca de 500 mil jóvenes que no trabajan ni estudian. Entonces la gran pregunta es si esa deserción, o ese ausentismo, se debe a razones laborales. Eso denotaría un problema relacionado con lo económico (…) y ahí hay una cuestión más de asistencia social social que hay que apuntar.

Con esos antecedentes que menciona, ¿estaríamos hablando de un aumento en el trabajo infantil?

–Podría tener relación, pero es imposible conocer bien esa cifra porque están en la informalidad. Aunque más que trabajo infantil, sería trabajo adolescente, que son los que están en el límite la mayoría de edad o que incluso siendo mayores de edad aún no terminan el colegio. Ese fenómeno también se da y entran dentro de estas cifras de ausentismo. Una vez que una persona está atrasada en sus estudios, el incentivo de empezar a trabajar y conseguir un sueldo quizás puede ser mayor que volver al colegio, no recibir ingreso y tener la carga que significan sus estudios.

Violencia en los colegios

Un tercer factor que postula el abogado, aunque minoritario, es el simbolismo de la violencia en los colegios. Cabe destacar que Lagos egresó en 2011 del Instituto Nacional, recinto educacional que ha estado en el centro de la polémica hace años por diversos hechos violentos, materializados recientemente tras el apuñalamiento de un estudiante adentro del establecimiento.

¿Qué te pasa a ti con hechos?

–Es una situación muy triste. Los que decidimos entrar al Instituto Nacional o a quienes las familias los enviaron, ven ahí una apuesta para la movilidad social, para llegar a la universidad estudiar lo que uno quiera. Tienen un proyecto educativo relacionado con la excelencia académica, y eso se ha ido perdiendo. Pero no sólo ahora. O sea, ahora estamos viendo un síntoma que tiene características particulares y de gravedad más importante, pero la violencia viene en una escalada desde hace mucho tiempo. Y cuando se normalizan ciertas conductas, se convierte en una pendiente resbaladiza que después es imposible tapar.

¿Cómo así?

–Al menos cuando yo salí, los 4tos medios dejamos de tener clases en mayo. Antes de eso, al rector lo habían expulsado los estudiantes, entonces ninguna autoridad que asumió después dentro del colegio tenía la legitimidad: temían constantemente que los estudiantes pudieran sacarlos de sus cargos. Lo mismo pasó con la profesora María Teresa, inspectora general, cuando la rociaron con bencina. Ella fue mi profesora de física, y la amenazaron con quemarla fuera del colegio cuando estaba intentando cerrar el portón.  Es decir, todo esto viene desde hace mucho tiempo y las soluciones se han demorado en llegar. Distintas administraciones han intentado algunas cosas con carácteres distintos, pero la verdad es como no se sostienen en el tiempo, finalmente vemos lo que hoy día pasa.

“La división en comunidades escolares superó todo límite”

¿Qué hay que hacer para combatir la crisis de seguridad en liceos emblemáticos?

–Debería haber menos tolerancia con conductas que no son propias de una comunidad escolar (…) mientras no se pueda garantizar la paz dentro de los colegios no hay proceso educativo posible. La división que se ha visto dentro de las comunidades escolares –donde hay alumnos amenazados de muerte, o en el Instituto Nacional un alumno apuñalado dentro del colegio, las bombas molotov, etc.– son cosas que ya superaron todo límite. A mí juicio, deberían incorporarse obviamente soluciones omnicomprensivas: una cuestión que tiene que ver con el asunto la violencia y con aplicar la ley. A mí me parece un mínimo civilizatorio que debieran aplicar tanto los colegios, la Municipalidad, el Gobierno, y por supuesto, todos los organismos que persiguen delitos.

Lagos sostiene que es “intolerable” que se lancen bombas molotov en patios de colegios donde hay niños de 12 o 13 años. Sin embargo, apunta que esto tendría una causa estructural. “Estas cosas no se dan de un día para otro: no es que alguien un día se levanta con el pie izquierdo y está dispuesto a eso, sino que viene desde hace mucho tiempo. La tolerancia de ciertas conductas violentas –como tomas de los colegios simplemente ratificadas por la asamblea– tuvo consecuencias graves”, agrega.

¿Qué rol cumple la Municipalidad de Santiago en todo esto?

–Primero, me parece estructural que el tema de los liceos emblemáticos desborda a la Municipalidad de Santiago. La dirección de educación municipal –independiente del sector político– no ha estado a la altura. Segundo, es cómo los mensajes que ha dado, por ejemplo la alcaldesa Irací Hassler cuando era concejal, que mencionaba que controlar el orden público dentro de los colegios es criminalizar la protesta social, legitiman la acción violenta y hacen que la autoridad cada vez tenga menos herramientas. Por último, me parece excesivo el interés por los simbolismos. Por ejemplo, cuando el alcalde Alessandri hizo mixto el Instituto Nacional con el sentido de que poner mujeres iba a controlar la violencia. A mi juicio, se privilegió más el simbolismo –ocupando recursos para adecuar las condiciones para recibir niñas– por sobre cosas mucho más básicas como garantizar la paz y el proceso educativo mismo.

Recursos, subvención y calidad de la educación

Otro de los que ha participado del debate de la educación es el exministro de Hacienda, Ignacio Briones. El hoy presidente del think tank Horizontal, ha manifestado que la pandemia también afectó la brecha educativa entre grupos socioeconómica. Para palear eso, propuso que la partida de Educación en el presupuesto 2023, se aumente US$1.600 millones. Una medida que el mismo Presidente Boric será evaluada por el ministro Ávila.

La prioridad del Ejecutivo para solucionar estas problemáticas, opina Lagos, está primero en solucionar los problemas de ausentismo y deserción. “Eso es muy, muy grave”, sostiene.

–Lo otro es la prioridad de los recursos. El último tiempo la discusión –en particular la universitaria– pasaba por ahí. Pero nos dimos cuenta que en los colegios, en especial en educación inicial, teníamos una gran brecha y vacíos que no solo afectan la matrícula, sino que habían problemas de calidad enormes.

También propone cambios en cómo funciona la subvención escolar. “A mi juicio, el criterio debería ser la presencialidad. Es decir, que la subvención vaya adosada a la asistencia de los alumnos. Porque así se pone el esfuerzo de la comunidad en que el estudiante vaya, y no queda simplemente como un interés general”, puntualiza.

–Va por ahí: enfocarse en lo que está pasando en las salas de clases, la convivencia escolar y la calidad. Sobretodo la calidad, que es una discusión que hace mucho tiempo dejamos de abordar.