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OPINIÓN

Alejandro San Francisco: La izquierda chilena. Redefiniciones y perspectivas

Chile vive hoy no solo la ruptura histórica del socialismo democrático, sino también la resurrección de la alianza histórica entre el Partido Socialista y el Partido Comunista, en cuya unidad el presidente Salvador Allende cifraba las esperanzas del éxito de la revolución. Y ocurre precisamente a 50 años del 11 de septiembre de 1973 y ad portas de la celebración de los 90 años de vida del Partido Socialista de Chile.

La izquierda chilena vive un momento crucial, tras una década de cambios y luchas por la hegemonía. Históricamente hubo dos grandes fuerzas que, en su momento, reflejaban las posturas revolucionarias: eran el Partido Comunista y el Partido Socialista, agrupadas desde 1956 en el Frente de Acción Popular (FRAP) y en 1969 en la Unidad Popular (UP, que era una coalición más amplia que incorporaba también al MAPU y al Partido Radical, por ejemplo). Dicho sea de paso, a la fecha del colapso de la democracia todos ellos se definían como marxistas leninistas.

Tras el regreso a la democracia en 1990, la situación había cambiado, producto del aprendizaje político y la renovación socialista –que se había aliado con sus históricos adversarios de la Democracia Cristiana–, así como la radicalización del PC y su opción por la vía armada. Se podría decir que ahora había una izquierda extraparlamentaria, que integraban los comunistas y otras fuerzas, en tanto dentro de la Concertación primaban los socialistas y el novedoso Partido por la Democracia (PPD). Tras diez años de gobiernos de líderes DC –Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle– siguió una “década socialista”, como trata el fascinante libro de Ascanio Cavallo y Rocío Montes, esta vez con administraciones encabezadas por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.

¿Qué ha ocurrido en estos últimos quince años? Al menos tres cosas. La primera, ciertamente decisiva, fue la derrota de la Concertación en la elección presidencial de 2009, que cambió el ánimo y la actitud de muchos líderes de ese conglomerado y, en la práctica, marcó el fin de ese histórico y exitoso proyecto. La segunda, que requiere más estudios, es la movilización estudiantil de 2011, que modificó la forma de hacer política: la calle reemplazó a los salones parlamentarios y los jóvenes dirigentes estudiantiles a los tradicionales líderes concertacionistas. Finalmente, el cambio en la posición dominante al interior de la izquierda, durante años en manos del Partido Socialista y el Partido Por la Democracia. En esta última década se produjo un importante renacimiento del Partido Comunista, con una gran presencia social y liderazgos reconocidos, y el nacimiento del Frente Amplio, que superó política y electoralmente a las dos fuerzas históricas de la izquierda, es decir, a socialistas y comunistas. Adicionalmente Gabriel Boric, uno de sus principales líderes, llegó a La Moneda el 11 de marzo de 2022.

Esta es la realidad al comenzar el 2023, y lo que explica la actual situación del país y de las izquierdas. La falta de renovación generacional dañó profundamente a la Concertación, que además sufrió un problema de desgaste intelectual y de falta de fortaleza de carácter, que hirieron no solo su obra de casi un cuarto de siglo, sino también la comprensión histórica de una etapa crucial de la democracia chilena. En medio de esta realidad, el Frente Amplio y el Partido Comunista formaron una coalición exitosa –al menos para llegar al gobierno– frente a la cual el socialismo democrático siempre ha aparecido como una fuerza subordinada, necesaria pero auxiliar, de segunda categoría frente a quienes controlan realmente la agenda y el programa gubernativo.

En ese contexto debemos entender los flirteos del Partido Socialista con el Frente Amplio y el PC, que comenzaron con la posibilidad fallida de participar en las primarias presidenciales de Apruebo Dignidad, que enfrentaron a Gabriel Boric con Daniel Jadue. Posteriormente hubo una evidente falta de entusiasmo en las escuálidas primarias de la antigua Concertación y en la campaña presidencial de la candidata elegida. Finalmente, tras la primera vuelta, en forma rápida el socialismo democrático se sumó a la candidatura Boric y luego al gobierno frenteamplista-comunista, incluso en posiciones importantes de poder. Pero siempre afirmaba la existencia de dos polos dentro de la coalición gobernante, manteniendo su historia y proyecto.

El llamado socialismo democrático implica una afirmación y una negación. En lo primero, hay una definición doctrinaria por la democracia, un Estado más robusto, el orgullo por la labor realizada durante la época de la Concertación y ciertas convicciones básicas sobre el futuro del país. Por otra parte, en contraste existe una evidente señal implícita: también habría un socialismo –o una izquierda– “no democrático”, que coquetea con las dictaduras chavistas y castristas, que sigue validando la violencia como método de acción política y que es de una lógica izquierdista ajena a la Concertación. Es decir, el gobierno de Gabriel Boric tiene dos almas y lógicas diferentes, aunque exista un proyecto coyuntural unitario.

En la práctica, la discusión por la lista única de la izquierda o por las eventuales dos listas ha generado el enfrentamiento intelectual o mediático de sus liderazgos históricos más relevantes –Michelle Bachelet en el primer caso y Ricardo Lagos en el segundo–, además del involucramiento del propio Presidente de la República para lograr integrar a todas las fuerzas de gobierno en la lucha por conquistar la mayoría en el Consejo constituyente. Todo indica que ni la oferta de cargos ni la presión oficialista ni las tres décadas de unidad socialista-pepedeísta lograrán mantener la tesis de una sola lista y, a un día de la inscripción de las listas, habrá dos fórmulas inéditas: la lista del Frente Amplio/Partido Comunista/Partido Socialista (sin PPD) y otra con el PPD/Democracia Cristiana/Partido Radical (sin socialistas). 

La redefinición de las izquierdas es una de las noticias más importantes de la política a comienzos de este 2023. Las alianzas políticas no son meros acuerdos electorales, sino que reflejan algo más profundo. La unidad socialista-comunista se extendió desde 1956 hasta 1973; la Concertación se extendió casi un cuarto de siglo; el PPD-PS fueron aliados por más de treinta años. De esta manera, Chile vive hoy no solo la ruptura histórica del socialismo democrático –con todo lo que ello pueda significar– sino también la resurrección de la alianza histórica entre el Partido Socialista y el Partido Comunista, en cuya unidad el presidente Salvador Allende cifraba las esperanzas del éxito de la revolución. Y ocurre precisamente a 50 años del 11 de septiembre de 1973 y ad portas de la celebración de los 90 años de vida del Partido Socialista de Chile.