Se requiere hacer un nuevo cambio de gabinete, considerando que hay variadas áreas donde la debilidad de los ministros está perjudicando de manera clara y sistemática al Presidente, cuando debería ser exactamente al revés.
Pronto a cumplir 16 meses en La Moneda, el gobierno del Presidente Gabriel Boric enfrenta una situación de particular debilidad, que se ha hecho consistente en el tiempo. Varias situaciones contribuyen a configurar este escenario, y vale la pena ponderarlas adecuadamente.
Hay un primer aspecto que puede considerarse estructural, y es la carencia de mayorías parlamentarias para el Frente Amplio, el Partido Comunista y el Socialismo Democrático. Es evidente que esta realidad dificulta, e incluso impide, el cumplimiento del programa de gobierno presentado en la elección presidencial de fines de 2021. Sin embargo, es preciso señalar que este ha sido un factor que ha estado presente prácticamente en todos los gobiernos desde 1990 en adelante, y ciertamente también antes de 1973. Para enfrentar una contradicción así se puede gobernar sólo con las leyes que hay actualmente, producir un choque con las cámaras (o con la oposición, en sentido amplio) o bien llegar a acuerdos entre el Gobierno y las mayorías del Congreso. Por cierto, esta última es la fórmula adecuada en un sistema como el chileno, y podría destrabar numerosos y valiosos proyectos -pensiones, por ejemplo-, pero ha sido difícil por otros problemas que aquejan al Ejecutivo.
Un segundo factor está relacionado con las derrotas políticas y electorales sufridas por la izquierda gobernante en el plebiscito sobre la nueva Constitución, del 4 de septiembre de 2022, y en la elección para el Consejo Constituyente, del pasado 6 de mayo. Fueron derrotas contundentes, y en la primera de ellas el Ejecutivo anunció la condición de su propio fracaso: sólo la nueva Carta Fundamental aseguraba el cumplimiento del proyecto planteado por su candidato presidencial. La segunda mostró que el gobierno no ha logrado recuperarse, que la lógica política del plebiscito se mantiene y que la oposición política ha crecido, a través de Chile Vamos y, sobre todo, de Republicanos. Los ciudadanos así lo han manifestado.
El tercer tema es de carácter político, y se refiere a clara debilidad y falta de preparación de los equipos de gobierno, particularmente a nivel ministerial. Desde el comienzo mismo de la administración, en marzo de 2022, el equipo político mostró una notoria falta de capacidad para el ejercicio de sus altas responsabilidades, en especial en la cartera de Interior y en la Secretaría General de Gobierno. Hoy resulta claro que el problema se ha extendido y que los ministerios sectoriales tienen no sólo falta de liderazgo, sino que también dificultades gravísimas en sus áreas. Llevamos semanas discutiendo las asignaciones directas de recursos en el Ministerio de Vivienda, en circunstancias que hay un déficit de vivienda creciente, que se suma al aumento de familias habitando en campamentos. En áreas como educación, salud y otras se dan situaciones análogas. A esta altura hay una debilidad ejecutiva y ministerial que afecta áreas relevantes en las cuales el gobierno está al debe y, casi con seguridad, no tendrá una recuperación suficiente en lo que queda del período presidencial. El tema es doblemente grave -de ida y de vuelta-, considerando que los ministros deberían ser tapones y respaldos del Presidente de la República y no causa de mayores dificultades.
Un cuarto aspecto afecta una de las áreas en que el Frente Amplio suponía tener una calidad por sobre otras fuerzas políticas: la derecha y la Concertación. Esa supuesta superioridad moral -autoasignada, por cierto- se ha ido cayendo a pedazos, producto de los errores y eventuales delitos de funcionarios militantes y fundaciones relacionadas, principalmente de Revolución Democrática. Queda pendiente saber si hay fundaciones “ideológicamente falsas”, pero el desmarque oficialista muestra claramente el distanciamiento con una forma de proceder que lesiona la fe pública, implica un evidente mal gasto de recursos y afecta a la nueva izquierda, sumándole una “derrota moral” a las anteriores de carácter político y electoral.
Finalmente, hay un tema de fondo difícil de analizar y de resolver, y se relaciona con la correlación de fuerzas al interior del gobierno y el modo de resolver los conflictos internos. El tema ha quedado de manifiesto en el tema de la conmemoración de los 50 años del 11 de septiembre de 1973. Si habitualmente Pinochet, la dictadura o la derecha en general han sido factores de unidad para las izquierdas, hoy la situación se ha revertido, provocando discusiones, divisiones y cancelaciones al interior de la propia izquierda, como se evidenció a raíz de la disputa en torno a la libertad de expresión para evaluar el 11 de septiembre y sus eventuales y siempre discutibles causas.
Constatar la debilidad del gobierno debe ser -para las autoridades- no sólo objeto de análisis político, sino de toma de decisiones. En materia legislativa debe promover acuerdos relevantes, por ejemplo, en materia de pensiones, sin tratar de imponer una agenda ideológica minoritaria. En el plano político requiere hacer un nuevo cambio de gabinete, considerando que hay variadas áreas donde la debilidad de los ministros está perjudicando de manera clara y sistemática al Presidente de la República, cuando debería ser exactamente al revés. En este plano todo retraso termina perjudicando precisamente al gobierno.
Se vive un momento especial en la política chilena, pero en ningún caso es terminal. No obstante, el último logro del gobierno -en el plano comunicacional y en las encuestas- fue el 1 de junio, con el discurso del Presidente Gabriel Boric en el Congreso Pleno. Desde ahí en adelante se han multiplicado los errores, las desprolijidades y, aparentemente, los hechos delictuales.
Alejandro San Francisco. Académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública