Por cierto, la historia siempre admite diferentes caminos y no hay futuros políticos “inevitables”. Lo que sí parece claro es que ese año 1973 fueron fracasando progresivamente las distintas alternativas pacíficas o institucionales.
Agosto de 1973 fue un mes decisivo en la historia de Chile: ahí parecieron concentrarse todos los fantasmas, los fracasos de los meses anteriores, los errores gubernativos y la creciente demanda opositora por un cambio de gobierno, incluso mediante un golpe de Estado si era necesario. Para mayor claridad, el 29 de junio el Tanquetazo había demostrado que ya existían sectores de las Fuerzas Armadas dispuestos a resolver el problema por la vía militar; en julio se mezcló la convicción sobre la aceptación de una dictadura militar por parte de la población y unos diálogos incipientes y poco útiles entre el presidente Allende y el líder del PDC Patricio Aylwin. Paralelamente, había comenzado a funcionar el Comité de los 15, grupo de uniformados que se reunía periódicamente para comentar la situación del país, evaluar soluciones y que posteriormente sería un espacio de deliberación y preparación del golpe. Mirado en retrospectiva, había comenzado la cuenta regresiva.
¿Qué podía pasar en agosto? Me parece que básicamente dos cosas, a la luz de lo que fue sucediendo con el paso de los días. En primer lugar, un esfuerzo de solución política del grave conflicto que enfrentaba Chile para entonces, que era político, económico y social, pero que ya tenía aristas militares y de seguridad. En segundo lugar, que el fracaso de la solución pacífica condujera a una radicalización y, por ende, a la fórmula que se había hablado durante tanto tiempo en los meses previos: la guerra civil o el golpe de Estado. Como telón de fondo, es evidente que había una pérdida de las confianzas y una sensación de que el tiempo se había acabado, lo que conducía a una especie de callejón sin salida, aunque hubiera personas o grupos dispuestos a intentar algunos esfuerzos que podían parecer tardíos, pero se estimaban necesarios.
Sin entrar en detalles, podemos decir que agosto comenzó con una propuesta de Patricio Aylwin al Presidente de la República: era necesario hacer un nuevo cambio de gabinete e integrar a los uniformados con determinación y capacidad de decisión. La respuesta del presidente Allende contenía dos aspectos notables: consideraba que no es necesario hacer una nueva modificación ministerial, a solo un mes de haber realizado otra; por otra parte, estimaba que los problemas debían ser resueltos por los civiles. Lo notable es que a los pocos días, el 9 de agosto, Allende nombró un nuevo gabinete, que denominó de seguridad nacional, y que además estaba integrado por los comandantes en jefe del Ejército, la FACH y la Armada, además del general director de Carabineros. Esto es ilustrativo, por una parte, de una conducción errática, pero también de las contradicciones de la política en aquellos días frenéticos.
Muchas veces se plantea la pregunta sobre la inevitabilidad del 11 de septiembre de 1973 o la necesidad de que la resolución del conflicto político fuera violenta. Por cierto, la historia siempre admite diferentes caminos y no hay futuros políticos “inevitables”. Lo que sí parece claro es que ese año 1973 fueron fracasando progresivamente las distintas alternativas pacíficas o institucionales. En marzo, las elecciones parlamentarias dieron un triunfo a la oposición, pero no lograron resolver el conflicto: la Confederación Democrática (que incluía a la Democracia Cristiana y al Partido Nacional como principales fuerzas) no alcanzó los dos tercios necesarios para acusar constitucionalmente al Presidente de la República; la Unidad Popular, con solo el 44% de los votos, tenía minoría en ambas cámaras, lo que en consecuencia le impedía aprobar cualquier proyecto de ley. El diálogo del presidente Allende con Patricio Aylwin –que tendría una segunda oportunidad el 17 de agosto, por mediación del cardenal Raúl Silva Henríquez– no tendría resultados positivos, cualquiera sea la razón del fracaso de las conversaciones. Por otra parte, a los pocos días quedaría demostrado el fracaso del gabinete de seguridad nacional, primero con la renuncia del general César Ruiz Danyau, ministro de Transportes, y luego del general Carlos Prats, ministro de Defensa. En esos días también se barajaron otras alternativas, que no prosperaron: una de ellas fue la eventual renuncia del presidente Salvador Allende (el general Prats incluso le sugirió en algún momento que pidiera permiso constitucional para salir del país, lo que el gobernante rechazó de inmediato).
Por último, desde muy temprano estuvo vigente la tesis de convocar a un plebiscito para resolver el conflicto gobierno-oposición, la cuestión constitucional o ciertas reformas legales, como las llamadas áreas de la economía. Si bien ya en 1971 había existido la opción de recurrir a esta fórmula –incluso se la mencionó Allende a Régis Debray en la famosa entrevista de ese año– ello no ocurrió entonces y luego se fue posponiendo. Los partidos de la Unidad Popular habitualmente se mostraron reacios a una eventual convocatoria a plebiscito, sea por falta de talento político y de resolución (en 1971 podrían haber ganado esa consulta, si consideramos los resultados de las elecciones municipales de abril de ese año), por temor a perder (postura de 1972), por negativa de los partidos de la UP o porque se fue acabando el tiempo. El mencionado y tardío plebiscito, finalmente, nunca se convocó y menos se realizó.
En la actualidad, especialmente en sede política, se habla mucho de los cincuenta años del 11 de septiembre de 1973. Algunas autoridades parecen querer dar lecciones sobre cómo pensar y cómo enfrentar la fecha. Cada uno está en su derecho. Desde otra perspectiva, me parece que aquellos que tengan interés en conocer y comprender mejor la crisis de la democracia y finalmente la ruptura institucional de 1973, necesariamente deben acercarse a la historia, a los libros, artículos, videos y otras formas de expresión que nos intentan explicar el deterioro de la convivencia social y política, la polarización, la irrupción de los militares como actores relevantes y los llamados a resolver el conflicto por vías ajenas a las institucionales o pacíficas
En esa línea, desde este domingo 6 de agosto estaremos cada semana con dos programas en El Libero: “11 libros para el Once”, mostrando y explicando brevemente (entre 15 a 20 minutos en cada ocasión) algunos libros fundamentales para acercarnos a aquellos años decisivos en la historia de Chile. Habrá libros de historia y memorias de figuras relevantes, perspectivas diferentes de historiadores y dirigentes políticos también de distintas visiones. Para ello hemos elegido en esta ocasión a Víctor Farías, La izquierda chilena (Santiago, Centro de Estudios Públicos, 2000, 6 tomos); Joaquín Fermandois, La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2023, 3 tomos); Joan Garcés, Allende y la experiencia chilena. Las Armas de la política (Ariel, 1976); Genaro Arriagada, De la vía chilena a la vía insurreccional (Santiago, Editorial del Pacífico, 1974, con prólogo de Eduardo Frei Montalva); Sergio Bitar, El gobierno de Allende. Chile 1970-1973 (Santiago, Pehuen, 2017); Patricio Aylwin, La experiencia política de la Unidad Popular 1970-1973 (Debate, 2023); Carlos Prats, Memorias. Testimonio de un soldado (Santiago, Editorial Pehuén, 1985); Tanya Harmer, El gobierno de Allende y la Guerra Fría Interamericana (Santiago, Universidad Diego Portales, 2013); Daniel Mansuy, Allende y la izquierda chilena (Santiago, Taurus, 2023); Alejandro San Francisco (dirección general), José Manuel Castro, Milton Cortés, Myriam Duchens, Gonzalo Larios, Monserrat Risco, Alejandro San Francisco y Ángel Soto, Historia de Chile, 1960-2010, tomos 5 y 6, Las vías chilenas al socialismo. El gobierno de Salvador Allende (1970-1973) (Universidad San Sebastián, 2019); y Ascanio Cavallo y Margarita Serrano, Golpe. 11 de septiembre de 1973. Las 24 horas más dramáticas del siglo XX (Santiago, Uqbar, 2020).
Sabemos que hay más libros importantes, algunos de los cuales iremos mencionando. Este es solo un esfuerzo y un primer paso para avanzar en una tarea importante de conocimiento y comprensión de la historia de Chile.
Alejandro San Francisco. Director de Formación del Instituto Res Publica.