En las últimas semanas el presidente Gabriel Boric ha multiplicado sus apariciones y declaraciones en público. Mucho se ha comentado respecto a si corresponde o no con la institución de la presidencia el hecho de acercarse -megáfono en mano- a las personas que protestaban en las afueras de La Moneda y que en sus pancartas reivindicaban al Che Guevara. No obstante, hay otras conductas del presidente que son igualmente preocupantes y/o contradictorias con el cargo que habita, como él suele decir.
Así, el gobernante llama a construir grandes acuerdos en diversas materias y, a la vez, emplaza a la UDI diciendo: “con qué cara no se sientan a conversar” -a raíz de la negativa de dicho partido a negociar la reforma previsional mientras Jackson estuviera en el gabinete-. Otra paradoja se da cuando el mandatario aboga por mayor inversión en nuestro país y con ella un mayor crecimiento económico, pero al mismo tiempo insiste en subir impuestos y llama a superar el capitalismo.
Otra situación en esta misma línea: el fin de semana el mandatario destempladamente señaló: “gente como Sergio Onofre Jarpa terminaron sus días impunes, pese a todas las tropelías que cometieron”. Según la RAE una tropelía es un atropello o acto violento, cometido generalmente por quien abusa de su poder. ¿El presidente tiene alguna prueba de que Onofre Jarpa abusó de su poder? ¿O que cometió algún acto ilícito? Este tipo de comportamientos lamentablemente son comunes en este año y medio en La Moneda y parecen propios de su etapa de dirigente universitario. No son actitudes ad hoc con la investidura presidencial.
Una de las causas de la crisis de legitimidad que sufre nuestro sistema político radica en el deterioro progresivo de la dignidad del cargo. Cuidar las formas va más allá de vestir de traje -aunque sin corbata- sino que implica elegir con pinzas cada palabra que se emite al hacer una declaración, imputar responsabilidades sólo cuando corresponde -como la corrupción en el caso “convenios”- y, en general, honrar la función pública. A veces, pareciera que el presidente Boric tiene una indiferencia deliberada por la dignidad del cargo que representa. Sería muy positivo que el presidente recuerde que no solo les habla a sus acérrimos partidarios, sino a todos los chilenos y, por cierto, al resto del mundo. Es decir, el presidente haría bien en recordar lo que prescribe nuestra Constitución Política; él no es solo jefe de gobierno, sino también Jefe de Estado y debe comportarse como tal.
Agustín Quera Marcet, Dirección de Contenidos Instituto Res Publica