'...no se puede estar bien ‘con Altamirano y con la Marina', ‘con el MIR y con nosotros'. En la ocasión le expresó: ‘Presidente, usted tiene que elegir. El drama de un gobernante es que tiene que elegir'...'.
La noche del viernes 17 de agosto de 1973 se reunieron el Presidente de la República, Salvador Allende, con el presidente del Partido Demócrata Cristiano, Patricio Aylwin, en la casa del cardenal Raúl Silva Henríquez, quien había propiciado el encuentro.
La situación del país era dramática: un largo paro de los gremios mostraba la continuidad de la anormalidad; el tema de la eventual guerra civil o el golpe de Estado se había vuelto cotidiano; la violencia, bombas y atentados le daban a la situación un carácter tétrico. Esa misma jornada se había comprobado el fracaso del gabinete de seguridad, formado solo unos días antes con integración de los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el general director de Carabineros.
Aylwin había asumido en mayo como líder del PDC, con la máxima 'no dejar pasar una al gobierno'. Era un fiel representante del sector freísta, que la ultraizquierda no vacilaba en calificar de golpista en sus discursos y medios de prensa. El nuevo timonel falangista había advertido sobre la pérdida de fe en la democracia por parte de la ciudadanía, que comenzaba a mirar a una dictadura militar como una posible solución. Días antes había ocurrido el Tanquetazo, las calles estaban llenas y las fábricas y oficinas más bien vacías y la vida cotidiana se había trastornado para la gran mayoría de la población.
En ese contexto se realizó la primera reunión entre Allende y Aylwin, el 30 de julio, en dos jornadas: una en la mañana y la otra en la noche. A pesar de las ilusiones, terminaron sin acuerdos relevantes. De alguna manera condujeron al gabinete con integración militar, pero no en la forma deseada por el PDC. El 17 de agosto la situación era diferente: se percibía como la última oportunidad. No resulta claro lo que esperaban Allende y Aylwin de la reunión —de 'carácter reservado'—, pero el cardenal había dicho que quería 'una mesa amigable', con un intercambio de ideas 'y ojalá llegar a soluciones'. En la oposición había desconfianza, cualquier diálogo podría parecer engaño o 'un ardid del gobierno para ganar tiempo', como sostiene Aylwin en su reciente libro 'La experiencia política durante la Unidad Popular 1970-1973' (Debate, 2023).
Aylwin llegó puntual a la cita, en tanto Allende arribó atrasado, en parte por el conflicto del gabinete. 'Usted, Presidente, puede pasar a la historia con dos imágenes', le dijo al comenzar, y le aseguró poco después sin ambigüedades que el país marchaba directamente hacia la dictadura del proletariado (no bastaba la figura de Allende como garantía). Había otros problemas de fondo: en Chile nadie trabaja; no se puede estar bien 'con Dios y con el diablo', 'con Altamirano y con la Marina', 'con el MIR y con nosotros'. En la ocasión le expresó: 'Presidente, usted tiene que elegir. El drama de un gobernante es que tiene que elegir'.
En 'Allende y la experiencia chilena', Joan Garcés —asesor y amigo del gobernante— explica que el Presidente constató en esa oportunidad que 'los argumentos y proposiciones del cardenal en torno de la problemática nacional son de mucha mayor altura y calidad que los de Aylwin y que en sus razonamientos y gestos respalda las iniciativas del gobierno para resolver la crisis'. Nada de eso aparece en las Memorias del arzobispo de Santiago, que más bien reproduce el diálogo entre Allende y Aylwin: 'me pareció, en algún instante, que había sido una buena conversación, que tal vez se había conseguido mejorar el clima. Pronto me di cuenta de que era solo una impresión fugaz'.
Al día siguiente el líder del PDC visitó al cardenal, y el prelado le dijo que había sido 'una buena reunión, en el género de las conversaciones de sobremesa [sic], y que de ese modo había que tomarla'. Se entiende la decepción de Aylwin, sobre la falta de propuestas concretas y el eventual uso que pudiera hacer el gobernante de la reunión. No sabía si Allende quería llegar a algún acuerdo o solo ganar tiempo. La profunda crisis que enfrentaba Chile requería un acuerdo de fondo y no reuniones sociales, a medida que resultaba cada vez más claro que los distintos sectores estaban llevando a la democracia 'al matadero', como expresó gráficamente Radomiro Tomic por esos días.
Alejandro San Francisco. Director de Formación del Instituto Res Publica